Radicalidad

tree-rootsEl capitalismo ha encontrado la mercancía ideal para su crisis, la que más se va a llevar esta temporada, la que llevamos ya meses consumiendo como si no existiera otra cosa. Esa mercancía se llama cambio. 

Esto va más allá del “cambiarlo todo para quenada cambie” de la transición. Ahora mismo el cambio político es un producto más con el que el Estado, los medios de información (y contrainformación), partidos y demás instituciones sistémicas nos bombardean. Cada calle que cambia de nombre, cada concejal que se baja elsueldo, cada mínimo gesto o no-gesto es consumido. Es el año del cambio y estamos de rebajas.

El cambio significa que tu nuevo alcalde se toma el vermut de los domingos en el mismo bar que tú. Que algún colega tuyo está en el consejo ciudadano de algo y que por lo menos hay un par de concejales en tu ciudad con el culo duro de ir a asambleas.

Todos estos cambios estéticos ocultan un gran cambio estructural: la mercantilización de la política. La política-espectáculo ha logrado alcanzar niveles sin precedentes y todas las marcas que, como en cualquier otro mercado, no son capaces de seguir el ritmo, son deshechadas sin más miramientos. Algunas incapaces de corregir su enfoque, otras realizando matemática electoral y llamando a alianzas a la desesperada. Como en cualquier otro mercado las novedades duran poco y, tras destruir todo lo anterior, mueren para dar paso a un nuevo producto novedoso.

Y ese ha sido realmente el gran cambio: la transformación del votante tradicional, propia del modelo social-liberal, en un consumidor de política, mucho más propio de un neoliberalismo bien asentado. Nada que no sea ajenos a otros Estados bien entrados en la política posmoderna. Como siempre, toda transformación estructural que no pone en relieve las contradicciones del capitalismo supone una profundización de la esclavitud asalariada.

https://www.youtube.com/watch?v=e40T7iou5qo

Partido Comunista de Japón. A esto nos dirigimos.

Quienes critican la participación en los aparatos del Estado no están realizando una crítica lo suficientemente profunda. No es solo eso. La sumisión a los ritmos de la política-espectáculo, que mide el éxito de cualquier campaña como un medidor de audiencia y la conversión de los programas de transformación en espectáculos de variedades son todavía peores. Y allí estamos todo el mundo, no solo quien ha optado por la vía parlamentaria.

Los distintos grupos políticos, más o menos críticos con el capitalismo, se convierten cada vez más en grupos de consumo. A ojos de la acumulación capitalista no hay una gran diferencia entre el club de fans de Gemeliers y el Partido Comunista Reconstituído de mi Barrio, salvo el tipo de mercancía que consumen y el número de consumidores que mueven.

¿Qué fue el 15M? ¿Fue la recuperación de la calle como espacio político o más bien la instauración de una nueva política regida por las leyes de la audiencia? Quizá abriera las puertas a ambas cosas y no lográramos mantener la primera abierta mientras todo el mundo se apresuraba a entrar por la segunda.

Nos están obligando a gobernar para solucionar su crisis. Los nuevos gobiernos son, ante todo, responsables. Responsables como Syriza pidiendo el tercer rescate para salvar al capital griego de aislamiento internacional. Nuestro papel, como proletariado, debería ser justo el contrario: llevar el capitalismo a la ruina hasta las últimas consecuencias, destruir todos sus templos, y construir un nuevo mundo, no ser los barrenderos de su inmundicia.

Quienes optamos por la revolución social deberíamos espabilar. Tenemos asambleas que más bien parecen salones de té de la aristocracia victoriana. Grupos de acción incapaces de ir más allá de acciones autocomplacientes. Organizaciones que se pieteatro_acuariorden en tratar de parecer serias y en estructuras orgánicas disfuncionales que lo son por no estar orientadas a la acción y, por último, escritores que vuelcan en Internet una supuesta teoría revolucionaria que, por no tener ninguna clase de apliación enla práctica, es transformada instantáneamente en ideología lista para ser consumida. Nos están convirtiendo en grupúsculos de consumo y, además, incapaces de comunicarnos con el resto del proletariado (también dividido en grupúsculos así).

No se trata ni de adaptar nuestro discurso ni de permanecer anclados en los principios (toda teoría que haya demostrado su invalidez para la revolución debe ser descartada). Se trata de defender la radicalidad en un mundo donde impera la escenografía, el bodegón y la naturaleza muerta. Los defensores de la revolución debemos ser capaces de rascar los muros de la sociedad y enseñar a todo el mundo que, debajo de tanta pintura no hay piedra, solo hay poliexpan. Que todo sea atrezzo es la fortaleza y a la vez la gran debilidad del capitalismo en su fase actual.

La revolución está en el corazón de cada persona que, aburrida en su sofá, pasa con el mando los canales de su televisor y cuando llega al debate de la Sexta Noche pone una mueca de asco. Cuando, aburridos de aburrirnos, nos levantemos a reivindicar que estamos vivos, acabará su año del cambio. Y empezará el nuestro.

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Sobre el Estado y la educación

Eso de “educación popular a cargo del Estado” es absolutamente inadmisible. ¡Una cosa es determinar, por medio de una ley general, los recursos de las escuelas públicas, las condiciones de capacidad del personal docente, las materias de enseñanza[…] y otra cosa completamente distinta es nombrar al Estado educador del pueblo! Lo que hay que hacer es más bien substraer la escuela a toda influencia por parte del gobierno y de la Iglesia.

-Karl Marx, Crítica al Programa de Gotha

Pelucas empolvadas, zapatos de tacón, culottes. Estamos en el siglo XVIII, el siglo del triunfo del Estado moderno, y los déspotas ilustrados impulsan los primeros órganos de instrucción pública para formar a los brazos de su administración. Es la era en la que comienzan las grandes obras públicas y el capitalismo, en pleno inicio de la revolución industrial, necesita de ingenieros, arquitectos, contables y juristas para lleanti_public_education_propaganda_by_8manderz8-d5xz1cjvar a cabo su obra: el desarrollo. La fe en el progreso mediante la educación que defiende la ilustración será una constante a lo largo de los siglos siguientes, una vez formalizado el poder de la burguesía industrial.

Todavía habría que esperar al triunfo definitivo de la burguesía tras la revolución francesa para que naciera la instrucción pública gratuíta (esto es, dirigida a la clase proletaria) de manos de Robespierre y los suyos. Mientras las guillotinas llenan de sangre reaccionaria las calles de París, la maquinaria de reproducción ideológica se ponía en marcha. Napoleón apuntalaría, a partir de 1808, este modelo de educación al servicio del Estado. Es aquí cuando puede empezar a hablarse de educación de masas y no de instrucción de unas élites.  El objetivo comienza a ser cada vez menos formar en oficios y cada vez más la difusión de al “religión cívica”, esto es, la lealtad al Estado-nación y a sus nuevos valores: propiedad y trabajo.

Dentro de sus límites todo estado burgués procurará la extensión de la educación al proletariado. En el Estado español encontramos la primera Junta de Instrucción Pública fundada en 1812 junto a la Constitución de Cádiz. Es decir, paralela al establecimiento del Estado liberal. Aquí, por la alianza entre la oligarquía y la iglesia, la extensión de la educación será una tarea compartida por las órdenes religiosas. en 1857 la Ley Moyano establecía la enseñanza primaria obligatoria entre los seis y los nueve años y reglamentaba el resto de niveles. Esta ley, apoyada por todos los sectores del poder, estaría vigente hasta 1970, con una interrupción durante la II república, en la que los sectores democráticos de la burguesía extendieron la educación hasta los doce años.

Queda claro entonces que las clases dominantes estaban tan de acuerdo en la necesidad de una educación a cargo del Estado (o más bien supervisada por el Estado, dado que se permite una amplia iniciativa privada y confesional) como para mantener una ley durante más de un siglo. Del mantenimiento de esta educación Estatal se perciben una serie de beneficios nada despreciables para el funcionamiento del capitalismo:

  • La concentración del proletariado previa a su concentración en fábricas, donde aprende las lógicas de la disciplina cuartelera, a llevar unos horarios prefijados.
  • La reproducción ideológica de las bases del Estado capitalista: ciudadanismo, nacionalismo, obrerismo, populismo… En distinta combinación.
  • Una instrucción mínima para atender a las necesidades productivas.
  • La identificación del inviduo con la masa, esto es, con grandes grupos desorganizados y fácilmente maleables por el poder organizado.

Hubo, en esta fase de desarrollo de la educación estatal, diversos intentos de levantar una educación proletaria, a través de centros obreros autónomos, que vieron su materialización a lo largo de la revolución proletaria mundial de 1917-1937. Así por ejemplo encontramos grandes esfuerzos en mantener una educación libre y liberadora para el proletariado en la República Soviética de Baviera (1919) donde el anarquista Gustav Landauer sería consejero de cultura, así como en la revolución anarconsidical en el Estado español, donde el Comité de Escuela Nueva Unificada lograría la plena escolarización bajo los criterios de la gestión comunitaria y de la escuela neutra, esto es, que evitaba en todo lo posible el adoctrinamiento ideológico del alumnado. La educación había logrado un puesto de importancia en la teoría revolucionaria proletaria porque podía jugar un papel privilegiado superación de la sociedad de clases atacando a uno de sus principales puntales de reproducción ideológica.

Education-systemTras estas experiencias, barridas una por la socialdemocracia alemana y la otra por el fascismo, la educación de masas conocería su mayor expansión con el pacto social-liberal. El proletariado, vencido tras su intentona revolucionaria, es atacado como sujeto político hasta que no es ya capaz de identificarse a sí mismo. Entra en la universidad y surge el sujeto “estudiante” como colchón entre la masa proletaria y una burguesía que siempre busca construir la ilusión de unas clases medias que la salven del conflicto clasista.

Desde entonces, sin perder sus rasgos, la educación ha ido transformándose para adaptarse al capitalismo en su fase imperialista global, esto es, al neoliberalismo. En estos momentos, además de todo lo antes dicho, las escuelas, institutos y universidades son sobre todo escuelas de consumo. Es allí donde el proletariado aprende a consumir (y más recientemente a ser consumido), a formar grupos de acuerdo a iguales patrones de consumo (cuyo ejemplo más visible es el fenómeno del tribu-urbanismo). Todo ello controlado por un profesorado cada vez menos consciente de la repercusión social de su propia tarea y por unas direcciones que cada vez imitan mejor a la empresa capitalista. El conocimiento ha sido convertido en una mercancía más y, paralelo a su función al servicio del control social, ahora también en los centros educativos se valoriza capital sin descanso. Los sistemas educativos mejor valorados son los que más suicidios producen. Y esta realidad es asumida sin más.

El capitalismo está en las raíces de la educación estatal y lo que está en la raíz debe de ser cortado de cuajo. Es necesario oponerse a las voces que claman que una reforma educativa al servicio del pueblo es posible. Levantemos el proletariado nuestra propia educación contra la suya, una en la que quepan todos los mundos menos el mundo que nos destruye, tomemos las aulas y no dejemos rastro del pasado. Dejemos de pedir y esperar a quien solo se nos acerca para agregar eslabones a nuestras cadenas.

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